Lo que se esconde detrás de la cata por parejas de Vila Viniteca

Con 14 ediciones a su espalda y un éxito rotundo -las inscripciones se acaban a los pocos minutos de abrir convocatoria- el concurso Cata por Parejas de Vila Viniteca, cuenta con una trayectoria repleta de anécdotas.

El próximo concurso Cata por parejas de Vila Viniteca celebrará su decimocuarta edición en Barcelona el próximo 13 de marzo, en la Casa de la Llotja de Mar de Barcelona. Este año, al igual que los anteriores, participarán 120 parejas que catarán 7 vinos a ciegas de los que tendrán que determinar país, zona, denominación de origen, variedad de uva, añada, elaborador y vino. Solo diez parejas pasarán a la Gran Final, donde se catarán 7 vinos más.

La pareja ganadora es aquella que obtiene la mayor puntuación en sus respuestas, con lo que el nivel del resto de participantes es clave para alcanzar el podium. A mayor nivel de los contrincantes, mayor dificultad para alzarse con el primer premio. Y los puntos que un año pueden situar a una pareja como ganadora, otro pueden dejarla fuera de la competición. Tras catorce ediciones de recorrido, la preparación de los concursantes es cada vez mayor con lo que en cada certamen se requieren mayores conocimientos para alcanzar el pódium.

El sistema de puntuación es el siguiente: 1 punto para las categorías de país y zona; 2 para denominación de origen y nombre del vino y 3 para variedad, añada y bodega. Jamás se informa a los concursantes de su puntuación final aunque es fácilmente deducible cuando se desvela el resultado. «Aunque los concursantes sumen los puntos, la cifra final puede fluctuar porque nos dimos cuenta de que en algunos casos, determinados participantes jugaban a todas. Es decir que si no estaban seguros de si el vino era un cava o un champagne ponían ‘España, champagne’ o ‘Francia, cava’. En casos así, directamente va 0», explica Quim Vila, el artífice del certamen. En caso de empate, se valora si se ha dejado comentario -que es opcional- en la ficha de los vinos catados.

El concurso es esperado cada año con gran expectación. Tanta que pocos minutos después de abrir convocatoria -este año fue el 11 de enero a las 10:00- se agotan las plazas. El interés por participar enciende el ingenio de los futuros concursantes e incluso hay quien afirma haber dado con su propio método para que nada más abrir inscripciones, baste un solo clic para tramitar la solicitud y formar parte de las 120 parejas afortunadas. En caso de que no haya suerte, siempre queda la esperanza de que el destino juegue a favor ya que en estas catorce ediciones ha pasado de todo: desde participantes que perdieron el tren (asisten de toda España) hasta otros a los que no les sonó el despertador o que sufrieron una indisposición inoportuna. En este caso, se echa mano de la lista de espera para sustituir a los que no pueden asistir.

A la Cata no solo se presentan expertos profesionales sino también aficionados al mundo del vino que por 200 euros -100 por persona- buscan vivir la experiencia, probarse a sí mismos y descubrir referencias que, de otro modo, no descubrirían. Solo hay que ver como entre los ganadores encontramos profesionales de todo tipo de disciplinas.

Anecdotario de una evolución

Quim Vila afirma que a lo largo de estos catorce años, el concurso ha ido evolucionando. En sus inicios, de los siete vinos que se cataban, los dos primeros correspondían a un cava o un champagne, otros dos eran blancos, y el el último era de postres. Actualmente, no hay reglas.

Los concursantes invierten largas horas de estudio. ”Algunos se aprenden nuestro catálogo, repasan el listado de los vinos de otros años; hacen estadísticas sobre la probabilidad de que se repitan referencias -cosa que no suele ocurrir- y se entrenan en catas alternativas que organizan ellos mismos», explica Quim Vila. Siempre tratan de sorprender, especifica, y recuerda el año que incluyeron una referencia china que tan solo una persona acertó. «Cuando incluimos vinos de países que no pertenecen a los habituales grandes elaboradores, se ofrecen referencias claramente reconocibles. Si no, sería imposible», confiesa Quim Vila.

Uno de los trucos nos los da Fernando Gurucharri, presidente de la Unión Española de Catadores y jurado del concurso. «Lo más importante no es tanto acertar con el vino y el elaborador, sino con uva, zona o añada, da más puntos».

Entre los vinos que se catan hay de todos los precios, lo que ha traído alguna sorpresa. «Un año, tras la cata preguntamos qué vino había gustado más y nos sorprendió que el más votado fue un dulce que no llegaba a seis euros», apunta Vila. No siempre lo mejor, fue lo más caro.

Jordi Segura, de Riedel, proveedor de las copas del concurso defiende la importancia de que cada vino se deguste en una copa específica ya que cambia totalmente la percepción del elaborado. De hecho, en el taller de Riedel trabaja un equipo dedicado a estudiar las características de cada vino para dar con la copa que realce sus cualidades. Sin embargo, en este concurso esta regla se convierte en una excepción. «Al principio, se valoró la idea de que cada vino se catara en su copa pero, al final, eso era facilitar o dar pistas a los participantes, con lo que desestimamos la idea», afirma Vila. Actualmente los siete vinos se degustan en el modelo Chianti de la colección Vinum. Y se ofrecen dos modelos de copas alternativas por si el cambio ayuda a determinar la variedad «aunque esto también puede confundir», puntualiza Gurucharri. En total, en cada concurso se sirven unas 15.000 copas.

Otra modificación que se introdujo a lo largo de los años fue la de desterrar de las mesas apuntes, catálogos y móviles durante el concurso. Al principio, se permitían pero hubo quejas entre los participantes y se acabó prohibiendo. “A algunos les servía de apoyo cuando no les venía a la mente una variedad emblemática de un territorio o les sonaba el nombre del elaborador pero no lo tenían claro. Algunos participantes no estaban de acuerdo en que se dispusiera de todo ese material porque no lo consideraban justo, así que ahora ya no es posible entrar con nada”, apunta Quim Vila.

Otra curiosa circunstancia que incomodaba a los participantes era aquella en la que parejas que se conocían comentaban entre ellas los vinos catados, con lo que la organización siempre intenta alejar a los que ya se conocen. “En esos casos, si lo sabemos, intentamos separar a las parejas para evitar que comenten” .

Los participantes, además de estudiar todo lo estudiable acerca de vinos y prepararse catando decenas de referencias con amigos, tienen sus propios trucos. “Esa mañana no me lavo los dientes para que el dentífrico no interfiera en las catas”, apunta uno de los próximos concursantes. Otro añade, “nosotros nos estudiamos el catálogo y desestimamos las referencias que ya han salido otros años”. Y un último destaca “lo cierto es que invertimos mucho dinero en prepararnos, pero esta etapa es la que más disfrutamos ya que durante el concurso hay muchos nervios”.

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