El chef napolitano Roberto Colella suma a la propuesta de su restaurante Meneghina (ubicado en el barrio barcelonés del Born) un nuevo proyecto: Colella. Se trata de un espacio en el que -al igual que en su hermano mayor- la cocina italiana se aleja de la popular fórmula pizza/pasta, para mostrarse tal y como es: variada, sabrosa, rica y con buen producto.
Roberto Colella ya lleva años paseando su traza culinaria por las cocinas de diferentes lugares. Estudió hostelería en Nápoles pero ha trabajado no solo en varios restaurantes de esta ciudad sino en Londres -en el restaurante del Hotel Baglioni-; en Milán -en el Don Carlos de Milán en el Grand Hotel de Milano, por la época con una estrella Michelin- y en Barcelona donde le abrieron las puertas en el Blanc del Mandarin Oriental, el Hotel W, Le Meridién y el Omm. Así que cuando inició su primer proyecto, el restaurante Meneghina -hace ya cuatro años-, conocía bien el oficio.
Ahora con este espacio en marcha, Roberto apuesta por un nuevo reto: Colella. Se trata de una propuesta personal diferente a su “casa de comidas” -como él prefiere definir a Meneghina-, un concepto que para él es “una evolución”. ¿Qué encontraremos aquí? Recetas napolitanas, sicilianas y milanesas tradicionales que pretenden llevar al paladar del comensal “la esencia mediterránea”. Para el chef “Colella reivindica ese punto medio entre la trattoria y el restaurante gastronómico que en Italia tan bien defienden Nico Romito o Ciccio Sultano“.
La carta se estructura en tres partes: de nueve a diez entrantes; cinco opciones de pasta y cuatro principales en los que siempre hallaremos carne y pescado. Para finalizar, los postres, elaborados en el propio restaurante a excepción de los helados. Hay que destacar que la carta ofrece la posibilidad de acompañar el pan -del forn Baluard, conocido en Barcelona por sus panes de masa madre y su amplia variedad- de aceites de oliva virgen extra de variedades autóctonas como la corbella y la verdal. Una oportunidad de conocer no solo producto local sino también de acercarnos a sus productores. Entre los platos que nos conquistaron se encuentra el Cous cous a la trapanese -pasan ligeramente la sémola de trigo por la sartén para darle un toque crujiente y el calamar que lo acompaña se prepara con una cocción a baja temperatura lo que le confiere al molusco un bocado tierno-; el Bikini de patata confit, panceta ibérica y mermelada de ajo asado -un trampantojo del clásico sandwich de jamón y queso- y un postre: Cacahuetes, plátano y dulce de leche. A favor tiene no solo el amable servicio de sala, sino el concepto, la singularidad y una propuesta que estamos seguros que en esta “evolución” de la que nos hablaba el chef acabará perfilando los flecos que todo proyecto nuevo ha de afianzar con el rodaje.
En cuanto a la carta de vinos consta de algo más de treinta referencias y está conformada por blancos, tintos y un apartado dedicado a las burbujas en el que encontraremos incluso champagne. Roberto, junto con su jefa de sala Julia, seleccionan las botellas que les parecen más interesantes y recorren no solo la geografía española -hallaremos Navarra, Penedés, Priorat, Ribera del Duero, Terra Alta, Castilla y León, Jumilla o Montsant- si no, sobre todo, Italia. Aún así, Roberto afirma que en un futuro se añadirán “muchas más referencias de mi país”.
Disponen de menú a mediodía por 14 euros con bebida y postre. Además de carta, cuentan con sugerencias de las que se informa en sala. Cierra domingos.