Víctor Quintilla y Mar Gómez se lo merecían: un escenario con la misma dimensión que su cocina, su servicio y su calidad humana, top. Lluerna cambia de ubicación pero no de filosofía: buen producto elaborado sin piruetas ininteligibles con un lenguaje que transmite honestidad, cariño, ganas e ilusión. Yes, they can.